Vistas de página en total

sábado, 19 de febrero de 2011

Sobre literatura, historias y otros falsos mitos.

¡Hay quien sigue pensando que la literatura tiene un esquema estructural único, que de no repetirse resta el carácter literario al escrito! Hace unos días se nos pidió elaborar una historia. Tema libre, género libre, y también libre el estilo.

Cuando recibí devuelta mi historia, traía este comentario: “ESTO ES UNA REFLEXIÓN”.

Cabe decir que también las reflexiones son historias, aunque no entienda así, pero reflexioné en el momento que la catedrática comenzó a explicar que toda historia para serlo de tener tres elementos básicos, es decir: presentación nudo desenlace (happy ending). Y pensé ¿por qué?

Para empezar debo decir que no era una reflexión sobre mi vida, ni uno sobre la crisis económica o medioambiental por las que atraviesa el mundo en la actualidad sino. Ni mucho menos sobre el año electoral que se nos viene encima y nos intoxica desde ya le panorama con el incansable repetir de vallas publicitarias cada tantos metros.

Aceptaría que mi historia fue una reflexión sobre mi vida si en este momento mis padres se hallaran muertos, fuera un torpe aprendiz de hechicero y me encontrara yo en otra dimensión, atrapado y sin posibilidades de poder regresar a esté en la que escribo, pero bueno...

Segundo: Se aduce esta forma estructural es la correcta, y lo creo también, pero para mentes simples que procesan la abstracción en un nivel promedio o por encima del promedio. Véase a Coelho utilizando en todas sus obras esta estructura y jamás apartándose de ella. Considerando a sus lectores como gente incapaz de procesar algo complejo o siendo él incapaz de producir algo medianamente más interesante y que fuerce al intelecto. La misma estructura se encuentra en las narraciones de las Mil y una noches, dirigidas en la realidad a la gente simple del desierto y el zoco; y en las narraciones a un rey esquizofrénico y paranoico, al borde la locura y cuya mente, incapaz de procesar complejidades, necesita de narraciones simple para no qudar fuera de sí. Pero la literatura no esta dirigida actualmente a gente cuya mente requiera del mínimo esfuerzo (literatura para Dummies).

Sí se bien que se e arguye esta estructura como el canon de los clásicos infantiles (la mal llamada Literatura infantil, que sin embargo no está compuesta por niños) mientras se olvida que los alemanes Grimm y el danés Andersen no escribieron para niños, sino antologías del folclor nórdico, historias de sufrimiento y sangre, que iban dirigidas a gente de campo. Con la intención de advertirles sobre ciertas situaciones o dejarles una enseñanza moral que no fuera difícil de desentrañar del hilo narratorio.

Incluso Perrault dirigió su Caperucita Roja no a los niños sino a las señoritas, como advertencia sobre cierto noble de la corte francesa que gustaba servirse sexualmente de ellas, siendo éste el lobo malo del cuento. Las niñas viajaban al bosque (cualquier parte y símbolo de los instintos primigenios) a visitar a la abuela (símbolo de la autoridad, de la majestad, de la tradición y del poder y de la moralidad) en el camino el lobo se entera de las intenciones de Caperucita y se adelanta, el lobo (símbolo del acechador y del astuto, del que se sirve de los otros, del inicuo, del amoral y perverso, sea este un viejo rabo verde, un cura abusador de niños, un político corrupto, un proxeneta, etc.) devora a la abuela, pero curiosamente su hambre no se satisface y esto no lo ven las mentes simples, este devorar no es otra cosa que el transgredir toda norma para alcanzar lo que se desea, es decir, siguiendo la norma maquiavélica que reza: “El fin justifica los medios”. Es un devorarse una abstracción y las abstracciones no llenan sino a los idealistas que se contentan con la idea y pocas veces llegan a la realización del ideal.


Caperucita llega a la casa y el lobo disfrazado (engaño) le hace creer que es la abuela que está enferma, caperucita lo cree (ingenuidad, inocencia o simple estupidez) y al pedirle la falsa abuela que se acueste con ella, caperucita lo hace, empezando a preguntar por los cambios tan notorios y repentinos en la fisonomía de la abuela, quien al mostrándose como es acaba devorando a la niña sin siquiera presentarse. No, no hubo leñador bueno que matara al lobo y cortándole el vientre sacará a la niña y a la vieja. El final feliz es un invento de Disney y de las editoriales para vender los libros a los niños crecidos en una época de puritanismo extremo heredero de la moralidad victoriana en el mundo anglosajón y cohibidor impuesto por el catolicismo en sus dominios. Caperucita murió y jamás fue rescatada.

Las historias originales no poseen la tan famosa estructura normativa, no todo tiene un final feliz. Lea, investigue y desengáñese.

Concuerdo en tres elementos. Toda historia debe presentar un inicio, un cuerpo y un final previsible o imprevisible, que no es necesariamente un desenlace (solución o resultado), véase La gata y el Ratón de Marco Augusto Quiroa.

Mi historia se narraba en primera persona, como las de: Lovecraft, Poe, Derleth, Baudelaire, Osvaldo Lamborghini, Bolaño, Cortázar, Fredric Brown, R. A. Lafferty, José María Bravo, etc. donde el personaje reflexiona como introducción, pero no por ello deja de ser historia. Sino antes bien pone al lector en conocimiento de los antecedentes necesarios para entender el final del relato, datos sin los cuales sería imposible llegar a la comprensión total del fin de la historia.

Ninguno de estos sigue la estructura presentación-nudo desenlace como tal sino a su manera, como yo lo hice. Escribí la historia siguiendo el consejo de Horacio Quiroga quien dice que no debe jamás copiar, pero se puede imitar el estilo si la influencia es demasiado fuerte. Recomienda también creer fervientemente en el arte de un maestro y es lo que hice. El esquema narrativo personaje-narrador, cuasiominsciente, cuasiomnipotente, lo tomé de Lovecraft y de Poe, la influencia que ellos han ejercido en mi estilo de redacción es innegable si bien no pretendo permanecer bajo su sombra eternamente, pero mientras no acabé de madurar mi estilo propio no tengo inconveniente en aceptar esa influencia directa.

Todos los libros tienen un final, desde el Fausto de Goethe, hasta la Montaña Mágica de Thomas Mann, pero no una estructura simplista o simplificada. El fausto deja una enseñanza moral que no es fácil de ver. Las historias simples no necesitan ser interpretadas, no es necesario recurrir al análisis connotativo o del mensaje latente, basta con quedarse en lo denotativo y en el mensaje manifiesto. Siddartha de Hermann Hesse tiene enseñanza preciosas que requieren de un conocimiento previo amplio y la costumbre de abstraer ideas complejas sino no puede ser interpretada la obra.

Pero mientras reinen Coelho y Allende en el mundo de habla hispana y Danielle Steele en el mundo anglosajón y la gente siga creyendo que las historias que Disney plagió y distorsionó hasta la nausea son literatura seria, se seguirá oyendo: Érase una vez...; (nudo); ... y vivieron felices para siempre. FIN.

No hay comentarios:

Publicar un comentario